domingo, 31 de octubre de 2010

el rincón de Elbace Restrepo

Pesos sin ceros y devaluaciones


Elbacé Restrepo
Publicado el 31 de octubre de 2010

Me pueden dar mil explicaciones sobre la propuesta de quitarles los ceros a las denominaciones de los billetes, traducirlas al lenguaje de las señas, con presentaciones audiovisuales y mapas en plastilina incluidos y, de todos modos, no le encuentro pros ni contras. Para lo que gana un trabajador sudando la camiseta, los ceros valen huevo.

Me da pena con los estudiosos de los fenómenos económicos que defienden la medida pero, con ceros o sin ellos, el dinero seguirá moviendo-sé, como la cosa política, en cualquier ciudad o en el pueblo más perdido de nuestro territorio. Y no porque haya más emprendedores abriendo empresa y generando empleos decentes, ¡ojalá!, sino porque en todos hay proliferación de negocios que ayudan a alargar el cordón de miseria que nos ahorca, aunque generen plata a la lata. La economía emergente siempre enriquece a unos pocos, en detrimento de los pobres, que son tantos.

En cuatro o cinco cuadras de un barrio tradicional de Medellín, replicado en cualquier otro, se pueden contar 5 casinos, 18 puntos de apuestas permanentes, que venden ilusiones todo el día; 22 expendios de licor y cinco prenderías, el culmen del desespero. ¿Negocios legales? Sí, pero cuestionables.

Hay otros que no tienen letrero, por ilícitos, son "el machete" y funcionan las 24 horas: expendios de drogas, salas de "masajes" y de estriptís, niños alquilados para la mendicidad y vendedoras de tinto que después del café ofrecen servicios múltiples y se van con el que diga pago.

El turismo sexual está en todo su apogeo, gracias a hombres y mujeres, casi niños, que se ofrecen en la calle por 5.000 pesos, luego lo harán por cinco, completamente devaluados, tanto en lo moral como en lo económico, y a la velocidad del rayo: mientras dan la vuelta a la manzana en un taxi. La calle es el sitio ideal para pregonar en voz baja sus servicios, aunque les encanta una salida de misa para pescar viejitos. Y ellos caen, después del amén, en el anzuelo de un rebuscador desesperado. ¡La oferta y la demanda!

La ciudad entera es una zona de tolerancia facilitada por decisiones estatales poco efectivas, como la rumba segura y otras alcahueterías, que ni siquiera con horarios le ponen freno al inmenso prostíbulo en que están convertidas nuestras calles. Con un agravante: mientras más personas se degradan en negocios de perversa reputación, los dueños argumentan que están contribuyendo a la generación de empleo. Así de fácil se legaliza cualquier actividad.

No sé qué pasará, al fin, con los billetes. Entre tanto, el perro sigue bailando por la plata.

Las sanas costumbres están desvalorizadas desde hace mucho tiempo, pero está prohibido renunciar a revaluarlas. Los papás estamos obligados a dormir con un solo ojo, porque con el otro tenemos que ejercer control y vigilancia sobre nuestros hijos. No sea que nos llevemos el susto de la vida cuando sepamos a qué se dedican y descubramos, con dolor, que nuestros retoños valen menos que los pesos sin ceros.

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