domingo, 17 de enero de 2010

ARTICULO DE EL COLOMBIANO ENERO 17 DE 2010


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¿De cuándo acá la vida necesita pasaporte?
Elbacé Restrepo
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Publicado el 17 de enero de 2010

Tengo tatuada en la memoria la cara de angustia de mi mamá cuando le conté que me había hecho donante de órganos. Creo que entendió que me moriría al otro día, a más tardar a las dos de la tarde y alcanzó a molestarse. Pero estamos hablando de hace más de veinte años, cuando la donación era una práctica aún desconocida y no se tenía conciencia de su importancia. Pese a que perdí el carné, motivo robo de billetera, mi familia sabe que, en caso de muerte cerebral con corazón batiente, valiente y combatiente, los médicos podrán extraer de mí todo lo que sirva e implantárselo a un enfermo en riesgo de muerte que espera con ansias la oportunidad nueva de la vida.Aunque Colombia es líder en donación de órganos, y Medellín bastante generosa, aún persisten prejuicios y negativas por parte de la familia del fallecido, que aducen impedimentos de carácter religioso, que no existen realmente, o porque sienten intenso dolor cuando les notifican la muerte de su ser querido y no se animan de momento. De 100 personas fallecidas se pierden 22 posibles donantes por estas causas, pese a que la Clínica Cardiovascular, el Hospital Universitario San Vicente de Paúl y el Pablo Tobón Uribe, pioneros en la práctica de estos milagros científicos en Antioquia, hacen ingentes y costosos esfuerzos de logística para proveerse de órganos. El sistema de salud debería crear una cultura de la donación, como un acto generoso y solidario, sobre todo en zonas donde es débil, como Bogotá, la Costa Atlántica y el sur del país.Existe la creencia, más mito que realidad, de que en Colombia hay tráfico de órganos y turismo de trasplantes. Un trasplante no se hace en cualquier clínica de garaje, a modo de cirugía plástica o de aborto, y tampoco existen los turistas que necesitan un trasplante. Se llaman enfermos. Sin embargo, el Ministerio de la Protección Social, con su reconocida visión miope, mediante el decreto 2.493 de 2004, insinúa que sí se practican estos dos fenómenos, con señalamientos incluso de delito a algunas de las instituciones líderes en su práctica.Colombia es una isla en el mapa suramericano, porque, a diferencia de los países vecinos, cuenta con el desarrollo científico y tecnológico necesario para realizar trasplantes de alta complejidad. De ahí el auge de extranjeros que llegan al país en un intento desesperado por conservar la vida.A pesar de que la remendada Constitución de 1991 señala que no puede haber discriminación por ningún motivo, incluida la nacionalidad, el decreto mencionado restringe la posibilidad de atender pacientes extranjeros si existen nacionales en lista de espera. Por ejemplo, a un panameño enfermo que acuda a uno de nuestros hospitales no lo pueden atender primero que a un colombiano que está en la porra, a doce horas de un riñón nuevo y sin posibilidades de acercarse al quirófano. Resultado final: panameño y colombiano próximos a morir y riñón que se perdió por apatía de la ley. Se entorpecen y se desvirtúan así las prioridades y la razón de ser de la medicina.¿De cuándo acá la vida necesita pasaporte?

ARTICULO EXTRAIDO DE EL COLOMBIANO.

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