domingo, 28 de febrero de 2010

EL RINCON DE ALBACE




Elbacé Restrepo


Devotos y votos


Elbacé Restrepo Medellín Publicado el 28 de febrero de 2010


¿Le pasa últimamente que su buzón de correo electrónico vive lleno de mensajes de unos señores que no conoce? ¿Lo tutean, le cuentan sus sueños, sus inquietudes, sus discrepancias con los opositores, sus desacuerdos de ocasión, sus ganancias de río revuelto, en fin? ¿Lo invitan a cocteles de apoyo, le ofrecen su amistad, le piden compañía representada en votos? Son los políticos y los politiqueros en época de proselitismo. Nadie más querido, sugestivo y complaciente que un candidato en campaña. Ni más atosigador.

Por más que los políticos y politiqueros nos hagan guiños desde una valla, en los semáforos o desde la comodidad del ciberespacio, hay mucho en juego antes de caer redondos frente a los de eterna recordación, que no tienen electores sino devotos, o ante los ilustres desconocidos que aparecen como del sombrero de un mago en cada período electoral.

Dicen que las tres fuerzas que han movido al ser humano a través de la historia son el sexo, el dinero y el poder.

El ejercicio del poder no es otra cosa que querer ser más que los demás y estar por encima de ellos. Esta característica no convierte a quienes lo anhelan en seres indeseables de por sí, sino las formas que utilizan en el ascenso y el uso que hacen de él una vez que lo consiguen.

La buena política es la Política, con mayúscula. La otra es la politiquería, el clientelismo, la corrupción, el chanchullo? un concepto que en la práctica es bien conocido por todos. La política es una de las actividades más nobles de la vida, porque es el arte de tener visión de futuro y capacidad de gestión para lograr metas sólidas en beneficio de una comunidad. Claro que a muchos se les bifurca el camino, se tuercen o cambian las prioridades de un momento a otro, bien por decisión personal o porque se los traga un sistema burocrático que no marcha al ritmo de las buenas intenciones. Además, ahora los partidos y las colectividades están debilitados y cada quien tira de la cuerda a conveniencia propia.

No importa cuánto análisis previo se haga de los candidatos: siempre los electores corremos el riesgo de resultar decepcionados y, algunos de los elegidos, sospechosos, acusados o encarcelados por delitos en los que incurren fácilmente.

Nada mejor que una campaña política para ver de cerca la elasticidad de algunos candidatos y lo camaleónicos que pueden ser, según el ambiente político en un momento dado. Ojalá los ganadores conserven el empeño, el compromiso y la tenacidad de cuando son apenas aspirantes y, sobre todo, la honestidad que tanto pregonan, que, por ser una condición que se presume intrínseca, no debería necesitar publicidad.

¿Por quién votar? Por el que nos guste, nos inspire confianza o nos parezca menos malo, a pura conciencia. Sólo así podremos ejercer el democrático derecho de quejarnos después, que además de poco sirve, pero nos desahogamos. Siempre será mejor arriesgarse que ser indiferentes. Aunque piense que entre más de 2.500 aspirantes no hay de qué hacer un caldo, busque con lupa. Político y buena persona no necesariamente son antónimos.

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