domingo, 16 de mayo de 2010

el rincon de Elbace

Juan Manuel, ¡por Dios!

Juan Manuel, ¡por Dios!

Elbacé Restrepo | Publicado el 16 de mayo de 2010
¿Se acuerdan de la hecatombe de Uribe? Por años estuve convencida de que la inolvidable palabreja pasaría a las páginas de la historia moderna del país, pero apareció otra que tiende a desplazarla: la picardía de Santos.

Antes de recibir la primera vaciada confieso varias cosas: que no me gustó la vinculación de JJ Rendón; que me da igual si remedan la voz de Uribe, porque de humoristas que la imitan bien estamos llenos, pero siempre las distinguimos de la original y, finalmente, que no justifico que uno de esos periodistas influyentes, que se cree dueño de la verdad y de la moral, haya armado un terremoto de 9.9 grados en la escala Richter, porque el candidato Santos argumentó que con ese tipo de publicidad se pretendía inyectarle humor y picardía a la campaña.

¡Y el cielo le quedó pequeño para poner el grito! La grabación se repitió a lo largo de la emisión cada cinco minutos, seguida de una emotiva cantaleta al candidato encartado y a todos los invitados del día: que con razón estamos así, que qué se puede esperar para el país si quien aspira a ser Presidente de la República hace apología del delito; que Colombia está de pícaros hasta el palo de la bandera y él ayudando? ¡La forma por encima del fondo! Hay que maximizar las tonterías mientras lo trascendental pasa de agache.

Para los paisas criados con aguapanela y rejo, como el periodista en cuestión, picardía no siempre es sinónimo de delincuencia. Me parece que oigo a mi abuela María llamando "picarón" a uno de mis hermanos porque "es malicioso y habla con los ojos". El pícaro tenía ocho años y todos entendíamos que era sagaz, despierto, vivaracho, alegre, no delincuente. Depende del contexto, y también del tonito, como decimos las mamás.

Cosiaca, Marañas y Pedro Rimales son ejemplos de la picardía que caracteriza a quienes tienen el don de la agilidad mental. Podían jugar treinta y una de respuestas oportunas y simpáticas y nadie les ganaba. Aquí también cabe Manuelito, un campesino puro de Ciudad Bolívar que padeció el secuestro y ante la pregunta sobre la comida en cautiverio respondió que no era muy mala, pero sí muy cara. Cuando un amigo se burló de él porque su novia no era precisamente una reina de belleza, le dijo: "muy fea, pero es pa yo, la suya que es pa todos". Le dicen humor picante y es primo hermano de la creatividad.

En este sentido, la palabra no representa un peligro social y en cambio puede revelar agudeza y sentido común, tan escasos en otras toldas.

Entre tanto, el programa estrella de la cadena radial a la que me refiero, mezcla extraña de realidad y ficción, basa su éxito en las imitaciones que hacen los humoristas de cuanto personaje público dé papaya en la vida nacional. Su picardía es legal, moral y no engorda. La de ellos sí es válida, pero como se trata de desprestigiar una campaña, ponen el grito en el cielo. "¡Jesús, María y José, qué cosa tan horrible! Juan Manuel, por Dios, cómo se le ocurre"

extraido de el colombiano

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