domingo, 27 de junio de 2010

el rincon de Elbace

Elbacé Restrepo

Los hombres en la cocina...

Elbacé Restrepo | Publicado el 27 de junio de 2010
A través de la historia, los más famosos cocineros han sido hombres. Aunque las mujeres hemos estado paradas frente al fogón durante siglos, ellos se han llevado todos los honores y han hecho de la gastronomía una profesión seria, respetable y muy de moda, por cierto, que deja serias dudas sobre lo tantas veces dicho por las abuelas de antes: "los hombres en la cocina?".

Pero no me voy a referir a los grandes chefs, innovadores y emprendedores, sino al señor de la casa, "tradicional", que trabaja seis o siete días a la semana, que no se ha enterado, a lo largo de su vida, de la elaboradísima preparación de un huevo revuelto y, sin embargo, se levanta un domingo lleno de energía y anuncia eufórico: "¡hoy cocino yo!".

La señora, que conoce a leguas las limitaciones del marido, sabe entonces que le espera el día más trajinado de la semana. En honor a la verdad, desfilan por su mente, de memoria y sin margen posible de error, todos los teléfonos domicilios de comidas que tiene pegados de la puerta de la nevera, pero la sola sugerencia puede ser un atentado contra la buena voluntad y la susceptibilidad de quien tan amablemente se ha ofrecido a deleitar a la familia con una rebuscada receta. Una sencilla no está contemplada en sus planes, por la importancia del descreste, supongo.

El menú anunciado consta de entrada, plato fuerte, ensalada y postre, pero el inventario de ingredientes está incompleto: por ley de Murphy, al menos la mitad faltan ese día en la casa. Salir a comprar lo que falta implica, con mucha suerte, dos horas de retraso en los planes del día. Ya de vuelta, el señor desparrama todo sobre la mesa de la cocina, de modo que no queda dónde maniobrar. El ofusque se asoma gracias a un cuestionario que incluye, todo entre comillas: ¿qué significa sellar la carne? ¿Cómo se pica la lechuga? ¿Cuánto es una pizca? No se sabe si reír o llorar. Pero la alteración llega al culmen, sin remedio, ante la pregunta estrella: ¿Y cuándo se acaba de pelar la cebolla de huevo?

Quienes tenemos bajísimo el umbral de la paciencia preferimos hacer que enseñar. Lo difícil es tener el tacto suficiente para que el inexperto cocinero crea que tiene la sartén por el mango y que una es apenas la asistonta que le ayuda a limpiar los ene mil regueros y a recoger la tonelada de basura que resulta, propia de un batallón y no de las cuatro almas invitadas al banquete.

¡Pero no importa! En serio. ¡Bravo por los señores que se ponen el delantal! Por los que se untan de casa y de grasa, ordenan la ropa, cambian pañales, van a las reuniones del colegio, juegan y disponen el pecho para que sus hijos lloren o se toteen de la risa sobre él.

Todavía faltan, pero cada vez son más los que han entendido que la familia no se maneja a control remoto, ni se delega, y que las tareas no tienen sexo. La vieja teoría de las abuelas sobre los hombres en la cocina y la de la sociedad acerca de su exclusivo papel de proveedores económicos, están siendo revaluadas, felizmente. ¡Bienvenidos al club de los oficios varios

No hay comentarios.: