viernes, 13 de agosto de 2010

el rincón de Carlos Munera

Nuestros ríos llevan y traen sorpresas en el devenir constante de sus aguas. Muertos sin cabeza, de piel lijada o sin ella, sin extremas partes, ciudadanos ellos de otros tiempos. Memoria de sus familiares.
Nuestros ríos llevan las heces del consumo para que el espinoso bocachico se divierta llenando su buche antes de que un chinchorro lo atrape. También llevan: vacas hinchadas, sombras en perspectiva, vástagos de plataneras moribundas, ramas cortadas por torrenciales aguaceros, muertos sin velar aún, lágrimas y mucho llanto silencioso.
Nuestras cárdenas cañadas atraviesan los barrios y llevan: colchones despreciados, zapatillas sin par, camisas que nunca más fueron colgadas al viento, muñecas mancas, cuerdas y cordones, telas de no se sabe qué, polvo de ladrillo y cemento, aguas jabonosas.
Nuestras quebradas bajan pocillos sin asa, bolígrafos secos, muñecos muertos, frascos y tapas, ollas viejas, arroceras malas, televisores ciegos, radios que hacen gárgaras, ratas pescadas en la cocina, perros envueltos en periódico, gatos de raza irreconocible y alguno que otro muerto.
Y si usted vadea esas quebradas o cañadas, también puede hacer una buena lista para un inventario personal, inútil, por supuesto, pero entretenido para otros.

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