domingo, 29 de agosto de 2010

El Rincon de Elbace Restrepo



Elbacé Restrepo
Una declaración de amor
Elbacé Restrepo | Medellín | Publicado el 29 de agosto de 2010
Pensé que nunca me pasaría, pero tengo que confesarlo: a mi edad, estoy perdidamente enamorada de un sardino.

Después de tanto criticar a las cuchibarbies atracacunas , me he convertido en una de ellas, y no precisamente por lo de Barbie, nada qué ver, sino por lo de cuchi, valga la aclaración. A estas alturas de la vida pago gustosa por los servicios de un jovencito que está cumpliendo apenas 15 años. Me dirán vieja verde, pero en realidad a veces me pongo amarilla, o palidezco hasta quedar blanca, desmayada a sus pies, de amor rendida, ¡ni modo! Y a pesar de la diferencia de edades, sé que me quiere, tanto como yo a él.

Es un sardino culto, decente, limpio y ejemplar. Andariego como pocos, sin atropellar a nadie en el camino. Muy distinto es que otros lo atropellen a él. No le gusta la música estridente, odia las drogas, el licor y ni pensar en los tatuajes. Por el contrario: se mantiene a kilómetros de ellos. Entre otras, dice, porque si se permite tatuarse un corazón, por ejemplo, después querrá poner la flecha, las lágrimas de sangre, luego un nombre, el escudo de un equipo de fútbol, cualquier símbolo, un te-amaré-por-siempre, tal vez, y su piel no se vería limpia, como le gusta.

Sin embargo, es un joven incluyente, tanto que en su corazón cabemos todos: ricos, pobres, desplazados, trabajadores, estudiantes, señoras de la casa y hasta violentos que, al estar cerca de él, parecen transformarse, porque es pacífico y porque infunde respeto y tranquilidad. Vive ajeno a los conflictos urbanos, aunque lo afectan. Mejor dicho, es todo un líder, pero también requiere cuidados y mucho amor.

No fue fácil que este quinceañero llegara a la vida. Muchos intereses creados se oponían, además de ciertos personajillos que no vale la pena mencionar. Mil veces quisieron abortarlo, fue incluso señalado, pero se aferró a la vida gracias a que también tenía defensores que lo asumieron como un reto personal. Después de muchos intentos, al fin nació y hoy está hecho un bombón. Es fuerte y maduro, tal vez porque sabe de dificultades y de luchas.

Hay muchos en el mundo más lindos que él, en apariencia, pero jamás en su esencia, por la sencilla razón de que ha traspasado los límites de sus funciones. Nació para servir, y así lo ha hecho, pero además tiene valores agregados: educa, entretiene y culturiza. Es acosado, asediado y a veces le critican que no pueda ser cómodo. Y aunque la comodidad no venía determinada en su ADN, siempre está pensando cómo solucionar esa falencia.

Es competente, honesto y sostenible. Se preocupa por mi calidad de vida. Me lleva, me trae y no me deja sola en el trayecto. Hace parte de mí y, sin exagerar, es el activo principal de esta Medellín que se me hace enorme cuando pienso en él. Gracias por tanto amor.

Quisiera hablar y hablar de su cultura, pero el tema es largo, así que mejor la dejamos en remojo para una próxima cita, en esta misma estación.

Como ven, mi relación con este joven es sublime. Y hoy, con ustedes de testigos, me doy el gusto de convertirla en una declaración de amor: Quinceañero, yo a usted lo amo, ¡con rieles y todo!

¡Feliz cumpleaños, Metro de Medellín!

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