domingo, 21 de noviembre de 2010

El Rincfón de Elbace Restrepo

¡Qué miedo
Elbacé Restrepo
Publicado el 21 de noviembre de 2010

Hay algo que envidio profundamente de la exsenadora Piedad Córdoba: su valentía. Aclaro: de ser cierto el estribillo que repite con frecuencia: "Yo no nací cuando repartieron el miedo". Dichosa ella que no ha sentido la parálisis, los pies de plomo, la palabra que se esfuerza por salir y no lo logra, los temblores, las palpitaciones a mil, la sudoración copiosa, el corazón en la boca y cualquier otro síntoma que evidencie una "perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario".

Y dichosos los que dicen tenerle miedo al miedo. A los demás mortales, que nacimos con un aparente déficit de arrojo, nos atemorizan muchas cosas, de diversas formas. Y no me refiero solamente a las fobias raras, algunas impronunciables y tan increíbles que parecen broma, como la araquibutirofobia (miedo a la cáscara del maní). O la eisoptrofobia (temor a los espejos), entre muchas otras, también muy rebuscadas y especiales, catalogadas como trastornos psicológicos que afectan, según las estadísticas, a una de cada veinte personas en el mundo.

Todos, excepto Piedad, sentimos miedo. No necesariamente de algo tan raro como las "abecedariofobias", pero sí ante situaciones, personas, animales o cosas diversas y cotidianas. Sé de alguien que no puede ver a Mickey Mouse porque entra en pánico. Por muy tierno que lo vistan, dice, no deja de ser un ratón más.

Nos paralizamos ante lo desconocido y también ante lo conocido. Nos aterra sentir cerca la muerte de alguien querido e imaginar la forma de la propia. El futuro incierto, el jefe que maltrata, los imprevistos que cambian la vida en un segundo, la posibilidad latente del atraco callejero, los ruidos extraños en la noche y la soledad. No se descarta la inquietud ante una "penosa" enfermedad o la angustia de no saber resolver una situación determinada. Y no falta quien sienta pavor ante una escasez de personas del sexo contrario.
El susto nos hace débiles o fuertes, dependiendo de la voluntad para enfrentarlo, que no siempre se hace presente en el sitio de la escena, pero invariablemente trae consigo una descarga de sentimientos: pérdida, frustración, impotencia, derrota, dolor físico y moral, apatía, inseguridad, rabia y desánimo.

El terror hacia algo puede durar un instante, o una eternidad. A veces no se quita nunca, no importa si se trata de consecotaleofobia, miedo a los palillos chinos, o una aversión inexplicable a la hora del crepúsculo.

Sin necesidad de hacer una intensa investigación, tal vez se pueda concluir que uno de los miedos más sufridos por todos se llama allodoxafobia (miedo a las opiniones de los demás), o el famoso qué dirán. Y en ese sentido, ahí les quedo.

Cada quien maneja sus miedos o permite que ellos lo manejen a él, pero, artículo aparte, nada comparable con el pánico, el dolor, la rabia y la impotencia que ha de haber sentido cada uno de los 35.204 niños que han sufrido maltrato intrafamiliar durante este año en Colombia... ¡Qué miedo!

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