domingo, 5 de diciembre de 2010

EL RINCóN DE ELBACE RESTREPO

Los niños, ¡a jugar!

Elbacé Restrepo.
Los niños, ¡a jugar!
Elbacé Restrepo | Publicado el 5 de diciembre de 2010
Hay una propaganda de radio que me aterra. Se trata de una academia que ofrece capacitar a los niños "necios e hiperactivos", hasta volverlos un dechado de virtudes. Eso dice, pero en mis oídos retumba una palabra tan fea y dolorosa como "castrarlos". Además, al menú le han agregado clases de actuación, animación y presentación de eventos para los menores. La convocatoria me parece catastrófica: "haga de su niño un hombre grande y exitoso desde ahora". Como quien dice: "póngalo a trabajar, no le pierda tiempo". ¡No, por favor!

Los niños están hechos para jugar y divertirse, de preferencia con menos pantallas y más en la calle, embarrarse hasta las orejas, rasparse las rodillas, correr tras un balón, brincar lazo, jugar mamacita y muñequero, chucha, bota tarro y escondidijo, y que la bicicleta sea su amiga inseparable. ¡Ah! ¡Tan bueno!

Después llegará el estudio y más diversión, si los papás permiten. Hay quienes en las loncheras de sus niñas empacan una botella de agua (y una fruta, si amanecen generosos), porque la nena, que además ya tiene mechones tinturados en el pelo, no puede tomarse un jugo con azúcar ni comerse una chocolatina. La están formando para ser modelo y según ellos, "a las gorditas no las quiere sino la mamá". Anoréxica en potencia. Y rotulada, tal vez para siempre, porque además la visten cual mujer fatal a su más tierna edad.

Cada día trae su afán. Los niños ya sabrán que la vida está llena de subidas y de bajadas. Se llaman ciclos y no deberían ser forzados, pero sí deberíamos ocuparnos de que lleguen firmes a cada una de las etapas del crecimiento.

No sé de dónde esa manía adulta de querer madurar biches a los niños. En esa búsqueda sin tregua del éxito se nos olvida alimentar el espíritu, la humildad, la capacidad de autocrítica y la tolerancia a la frustración, como si el fracaso y el dolor no hicieran parte de la vida. Que vivan las lágrimas, en su justa medida, porque ayudan a valorar la alegría cuando pasa el chaparrón de la tristeza.

Imagino que estos papás, que quieren hacer de sus niños sujetos económicamente productivos, también les han hablado de honestidad, como una constante en su diario vivir. Les han enseñado que en su ascenso por la vida no se vale pisotear a los demás. Que los principios no son negociables y no deben olvidarse. Que han hecho énfasis en que la sencillez y la calidad humana no tienen precio y que el dinero no debe cambiar el concepto de decencia.

Así, seguro, serán adultos responsables y triunfadores. De lo contrario, es una manera soterrada de explotación infantil de algunos padres, que quieren convertir a sus hijos en máquinas de hacer plata. Para la muestra Michel Jackson y muchos otros, a quienes la felicidad les pasa a leguas, si es que aún viven, a pesar de la riqueza y de la fama. ¡Qué cuentos de ser grandes y exitosos a los 6 o 7 años! Los niños, ¡a jugar!

No hay comentarios.: