domingo, 27 de febrero de 2011

El rincón de Elbace Restrepo



Emoticones de carne y hueso

Elbacé Restrepo | Publicado el 27 de febrero de 2011
Voy a empezar con una infidencia de familia. A mi mamá, de soltera, sus hermanos le decían "la desempacadora", porque siempre era la primera amiga de cuanto forastero llegaba a Ciudad Bolívar, bien de paso o para quedarse, por allá en sus tiempos. Ser inteligente, amable y una excelente conversadora, además de bonita, fueron virtudes que le depararon ese lindo oficio, del que se sentía muy orgullosa y que le dejó grandes amigos para el resto de su vida.

Pero más que hablar, y muy bien, ella sabía escuchar a los demás, con ojos, corazón y oídos.

De los avances tecnológicos alcanzó el teléfono y pare de contar. No supo de ¡pods, de ¡pads, de celulares ni de trinos. Menos de chats, ni de correos electrónicos. Si acaso, ya de adulta, pudo haber usado uno que otro pbx donde una secretaria contestaba "Empresa X, buenas tardes, le habla fulana, ¿en qué le puedo ayudar?". Pero no sufrió la deshumanización de una llamada a través de un menú, un submenú y muchos submenucitos, si cabe la palabreja.

Ahora es distinto: "Usted se ha comunicado con X. Para español, marque 1?". Y empieza el calvario. La dificultad de la comunicación es directamente proporcional al tamaño de la empresa. A más grande, más remota la posibilidad de lograrla.

Creo que nadie ha escapado al martirio de una llamada impersonal, pero, por si acaso, sugiero que tomen el teléfono y llamen a alguna entidad importante, de preferencia prestadora de servicios: EPS, Tránsito, DAS, en fin, cada quien elige. Tome el tiempo que pasa entre el primer repique y que un ser humano le conteste. Mientras tanto, bostece al ritmo de una grabación que nunca tiene en el menú la opción para resolver la inquietud que originó la llamada. ¿Qué hacer? Rendirse y colgar, o esperar a que alguien atienda al fin y pase la llamada a otra dependencia donde, a su vez, nunca contestan. O que se active otro submenú interminable que requiere una clave previa que usted no tiene. A estas alturas no se necesita tener alzhéimer para preguntarse a qué diablos fue que uno llamó, mientras la paciencia se quedó lejos hace rato. ¡Réquiem por el tiempo perdido!

Mi mamá se murió muchos años antes de que el arte de una buena conversación fuera una costumbre en desuso. Por fortuna, no le tocó tragarse la lengua por falta de interlocutores, ni el auge de dedos oprimiendo teclas para "conversar", incluso, con quienes están en el mismo recinto.

Benditos los avances que nos facilitan la vida, pero de ahí a permitir que nos enfríen hasta congelarnos y que nos aíslen dentro de una multitud, hay gigas de distancia.

Siempre que las circunstancias lo permitan, me quedo mil veces con los emoticones de carne y hueso, seres humanos en ejercicio que miran, hacen gestos, lloran, mueven sus manos, abrazan y se ríen de verdad, no je, je, je.

El celular para emergencias. La internet para salvar distancias, pero, de preferencia? otra ronda de café para esta mesa, por favor. ¿En qué íbamos?

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