domingo, 21 de marzo de 2010

EL RINCON DE ALBACE


El cartel de los embalses

Elbacé Restrepo | Medellín | Publicado el 21 de marzo de 2010
Aunque nos arda, en Colombia no está todavía hecha la ley cuando la trampa está perfeccionada. Lo doloroso de esta sentencia no la hace menos cierta.

En muchas situaciones de la vida nacional hay una fila de vivos que quieren sacar provecho, representado en beneficios económicos, de alguna situación determinada. Es el viejo truco del dinero fácil, la herencia maldita que será muy difícil erradicar de la mentalidad de una gran mayoría de colombianos. De tiempos ha sabemos de la existencia de "carteles" que se dedican a traficar bien sea con droga, con artículos de contrabando o con bienes y servicios, enmarañados negocios donde impera la ley del embudo, siempre en detrimento de alguien, por supuesto.

El Proyecto Hidroeléctrico Porce IV, que entrará en operación en 2015 y generará 400 megavatios para atender la demanda energética del país, está en riesgo de padecer retraso, con los consabidos inconvenientes y sobrecostos que esto genera, por un "desbordamiento" inaudito de personas que alegan tener derechos sobre las tierras y que, como mínimo, obliga a la empresa a una revisión del censo inicial y, seguramente, a una renegociación que significará una astronómica cantidad de miles de millones de pesos para poder avanzar en la construcción.

La zona de influencia de Porce IV son los municipios de Anorí, Amalfi y Zaragoza. Al inicio del proyecto, en 2006, el censo poblacional arrojó un total de 1.215 pobladores, entre permanentes, temporales y ocasionales, con los que sería necesario entrar a negociar predios, reubicaciones e indemnizaciones por arraigo y permanencia en la zona. Tres años después, en 2009, la cifra aumentó a 8.500. Es decir, aparecieron, como de la nada, 7.285 pobladores nuevos. Muchos de ellos reclaman lo que en justicia les corresponde, no faltaba más, pero hay chanchulleros por montones. Lo curioso es que, según el estudio poblacional, algunos de los nuevos habitantes también lo eran de las zonas de influencia de Guadalupe, de Porce II, de Porce III y ahora de Porce IV. ¿Cómo se llama este prodigio? Bueno, "cartel", puede parecer un nombre muy histérico, pero tampoco se trata de una comunidad de monjitas misioneras que llegó a la zona con la tarea de evangelizar a nadie.

¿Qué dijeron ellos? ¿Hidroeléctrica? ¿EPM? ¡Plata a la lata! A los pícaros poco les importa que se generen casi 4.500 empleos directos, que los municipios de la zona de influencia reciban el 6% de las ventas brutas de energía, que haya un manejo responsable de los impactos ambientales y sociales y un mayor movimiento de la economía local por la demanda de bienes y servicios, ni que el proyecto contribuya a la infraestructura vial de las carreteras de la región. Van detrás de su beneficio particular y punto.

Sin duda, la construcción de un megaproyecto de esta amplitud debe constituir una relación gana-gana entre EPM y la comunidad, de manera que todos sean felices y coman perdices. Pero los pícaros quieren arepa, pan y pedazo; estorban, entorpecen y dilatan las obras públicas, trátese de embalses, sistemas de transporte masivo, autopistas, parques y otros. ¡Qué maleza tan difícil de acabar!

Este artículo fue publicado en la revista Mirador del Suroeste de marzo de 2010.

ARTíCULO EXTRAIDO DE EL COLOMBIANO

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