domingo, 28 de noviembre de 2010

el rinco de Elbace Restrepo

¡Hasta siempre, colegio!

 

Elbacé Restrepo | Publicado el 28 de noviembre de 2010
Pensé que nunca llegaría el día, pero, al fin, he vuelto a graduarme del colegio. Cero y van tres. Primero fue mi turno y luego el de mis hijos. Y digo graduarme porque, aunque no fui con ellos al salón de clases, sí apoyé, y mucho, desde mi condición de mamá comprometida, su causa de estudiantes.

Ahora nos igualará por siempre el rasero de la nostalgia, porque la época del colegio jamás se olvida, incluidos compañeros y maestros. A muchos no los volverán a ver jamás, de otros sabrán gracias al Facebook y dos o tres serán sus amigos para el resto de la vida.

Misión cumplida en esta etapa superada. Se sembró la semilla de fríjol, sin falta cada año, en la primaria. Buscamos las biografías de los premios Nobel que pidieron, sufrimos juntos el álgebra y la química. No se quedó ninguna cartelera sin apoyar la exposición y no faltó conseguir, de hoy para mañana, un traje típico de los Llanos Orientales para que la niña bailara en el acto cívico dedicado a las regiones.

Ya no volveré a sudar petróleo haciendo un par de trenzas en un pelo no tan largo como para representar con decoro y el máximo de parecido a la Niña María. No habrá más cantaleta para que se quite el uniforme cuando llegue, ni será necesario usar Griffin para disimular la vejez de los tenis de educación física dos semanas antes de terminar el año.

Firmar la matrícula y asistir a las reuniones del colegio serán dos actividades menos en la agenda familiar. No oiré de nuevo el fastidioso "buenos días a todas y todos", ni "los y las estudiantes" que adoptaron "las y los maestras y maestros" de Medellín en los últimos años. ¡Valiente bobada!

Y si bien es cierto que se siente un fresco, no puedo callar un inmenso sentimiento de gratitud por la institución educativa que nos acogió durante tantos y tan importantes años de la vida. Gracias, "profesores y profesoras", por ayudarnos en el proceso de formar seres humanos sensibles, más que máquinas que recitan fórmulas matemáticas de memoria y sin errores.

Gracias por los valores que hayan podido imprimir en el alma de sus estudiantes, que hoy se despiden del colegio para siempre. Aunque no todos se hayan graduado con honores, no sean brillantes ni les hayan abierto como por arte de magia las puertas de cualquier universidad, saber que muchos son dueños de una gran calidad humana y que no van por el mundo anestesiados, es un logro de valor incalculable.

Por muy aliviados que se sientan de momento, durante el resto de la vida los alumnos reconocerán su labor, tantas veces ignorada y criticada injustamente. Aunque es posible que a algunos no les alcance la inteligencia para comprenderlo, ni la humildad para decirlo.

Y para los bachilleres, un deseo arraigado corazón adentro: que alcancen los ideales trazados, no importa si mañana son científicos, panaderos, poetas o políticos. ¡Feliz recorrido de sus nuevos caminos!

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