domingo, 20 de marzo de 2011

el rincón de Elbace Restrepo

Diablos después del paraíso
Elbacé Restrepo.

Diablos después del paraíso

Elbacé Restrepo | Publicado el 20 de marzo de 2011
Todo listo: día, hora y punto de encuentro de cuarenta personas que dijimos sí a "Unidos por Farallón", una idea en construcción, bonita y replicable en cualquier lugar donde haya al menos dos personas con buenas intenciones y abundante tiempo libre, para convertirlos en un proyecto productivo y autosostenible a partir del turismo.

Emprendimos el viaje muy temprano, para llegar puntuales a la esperada cita. Como el reloj biológico no falla, el hambre obligó a la parada de rigor. Lo pusimos en su sitio a punta de las delicias típicas de nuestras carreteras, que casi siempre reúnen las tres b: buenas, bastantes y baratas.

A las diez de la mañana llegamos a San Bernardo de los Farallones, (Farallón para los de confianza), corregimiento de Bolívar y un manjar para el espíritu por la belleza del entorno. Nos estaban esperando un día soleado, el cerro de San Nicolás recostado contra un cielo escandalosamente azul y el ruido propio de un domingo de mercado amenizado por La hija de nadie.

El paisaje es el accionista principal de este proyecto y no cobra dividendos. Los líderes ofrecen paseos ecológicos para descubrir tesoros naturales y un almuerzo digno del paladar más exigente, servido a la sombra de unos guaduales que brindan un concierto mágico de hojas "cuando en las tardes los estremece el viento en los valles".

Después de un día feliz y en contra de nuestra voluntad, iniciamos el regreso a Medellín, cansados pero contentos de haberles dado un voto de confianza a los emprendedores de nuestro terruño.

El viaje transcurrió sin contratiempos? hasta la Variante de Caldas. De repente el bus se detuvo ante una fila inmensa de carros. Recordé La autopista del sur, de Cortázar, y empecé a divagar sobre esa historia, pero una balacera y el ulular incesante de sirenas me devolvieron a la realidad. "¡Todos al piso!", gritó alguien. A falta de pasillo para tanta gente, muchos giramos la cabeza del lado contrario de la ventanilla, para no ver el proyectil que pudiera matarnos. ¡Gran consuelo!

No sabíamos qué ocurría, hasta que se hizo visible una caterva de diablos de dos patas, sin cachos y con cola, armados de palos, piedras, cuchillos y pistolas. Unos corrían, otros arengaban y algunos, en el colmo del cinismo, filmaban la película para el recuerdo.

Fueron más de treinta minutos de terror con la calma reforzada, a punto de estallar. Esperábamos que los vándalos, seguidores del América, se tomaran nuestro bus para atacarnos, robarnos o matarnos, o que les diera la gana de dejarnos con vida y pudiéramos seguir, sanos y salvos, nuestro camino a casa.

Salimos ilesos de ese infierno, pero no intactos. Con rabia, con miedo y con la certeza de que la historia se repetirá mil veces sin que nadie tome medidas definitivas frente a estos verdugos del fútbol y de la sociedad, que se camuflan con las camisetas de sus equipos, pero son salvajes, pandilleros, ladrones y asesinos que frustran en segundos los sueños de quienes queremos un mejor país.

¡Mala suerte! ¡Había diablos al regreso de nuestro paraíso!

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