domingo, 3 de abril de 2011

El Rincón de Elbace Restrepo


                                                         ¡Au revoir!, misión incumplida
                                               Elbacé Restrepo | Publicado el 3 de abril de 2011

¡Eureka! Vía diccionario encontré la explicación para la indiferencia de los colombianos con respecto de los secuestrados: olvido, "acción que consiste en dejar de recordar algo que se tenía presente".

Les dimos suprimir del disco duro, empezando por los exsecuestrados, compañeros de infortunio. Eso de "trabajar", "luchar sin cansancio", incluso el irrelevante "no me cortaré el cabello hasta cuando salga el último de mis compañeros", no fueron más que la efusividad de la hora del regreso, palabras arrastradas por el viento, junto con la polvareda que levantaron los helicópteros que los trajeron de la selva.

La sociedad colombiana reacciona con tibieza ante las infamias que se vuelven moda. Si hay un niño abusado sexualmente, los noticieros se encargarán de él durante una semana y todos nos pronunciaremos enérgicamente. A la siguiente lo olvidaremos para siempre. Igual sucede con el secuestro.

La saturación empieza cuando Piedad Córdoba anuncia que está a media rayita de las coordenadas para una próxima entrega "unilateral" de "retenidos", que en manos guerrilleras parecen mercancía. Después de una campaña de expectativa de largos días, que forman semanas y meses, se baja el telón y, de nuevo, con una facilidad pasmosa, mandamos al cuarto de la amnesia a los que esta vez no fueron favorecidos por la ruleta del comando central de las Farc.

Cada quien hace lo que puede. O sea, casi nada. Algunos asisten a las marchas. Otros rezan padrenuestros mañaneros esperando el milagro del regreso a casa de su ser querido y algún periodista acartonado susurra un congelado "saludamos a nuestros compatriotas en la selva", como si ellos hubieran comprado un paquete turístico con regreso indefinido. Excepto en las Voces del secuestro y El Colombiano, que nos los recuerdan a diario con sus fotografías, los secuestrados son material de archivo y de consulta esporádica para los medios de comunicación.

En olvidarse de sus compañeros los ya liberados son campeones. De ellos esperábamos más compromiso, más presencia exigiendo permanentemente su liberación, al menos por solidaridad de desventura, porque se supone que quien lo ha vivido tiene muchos más elementos para condolerse por ellos, para movilizar a la sociedad, para conmovernos, si se quiere. Pero no es así. Sabemos de ellos, especialmente de exsecuestrados políticos, por sus anecdotarios personales con ánimo de lucro, (léase libros) y por sus colosales demandas al Estado. Se la juegan por la plata y se la ganan, cómo no.

Sus voces, más las nuestras, tienen que ejercer una presión constante a las Fuerzas Militares, para que no bajen la guardia. Y contra las Farc, para que sientan el rechazo total que nos generan. No sobra tampoco pedir apoyo de la comunidad internacional, para que repudien enfática y permanentemente a este grupo terrorista que hace rato perdió cualquier validez política.

Hay que hacerlo sin pausas ni brazos caídos, como los de doña Yolanda, la mamá de Íngrid, ¿recuerdan? Desayunábamos, almorzábamos, comíamos y dormíamos con ella, gracias a su incansable desfile buscando la libertad de su hija, pero se esfumó cuando la rescataron y nunca más volvimos a verla. Misión incumplida.

Decir au revoir , adiós, chao pescao, siempre es lo más fácil, aunque no todos se vayan.

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