domingo, 24 de abril de 2011

el Rincón de Elbacé Restrepo

¡Llegó caaaarta!
Elbacé Restrepo

¡Llegó caaaarta!

Elbacé Restrepo | Publicado el 24 de abril de 2011
Yo, que quedé jarta de varias colecciones de adolescencia porque convirtieron mi espacio en un chiribitil, que pienso que son un camino expedito para llegar a una rinitis y que nada me parece digno de acumularse, excepto libros para leer y releer, hoy reconozco, con toda la humildad que cabe en este pecho, que estoy consumida de la envidia por Cartas recogidas del piso, la colección de Carlos Múnera.

Carlos es un bloguero de El Colombiano, (http://www.ecbloguer.com/carlosmunera/?cat=402), que le dio por recoger del suelo cuanto papelito se le atraviesa en el camino y hoy se precia de tener un tesoro literario, que pronto será libro, entre los pliegues de un archivador.

Doscientas treinta y tres cartas han sido recogidas de la calle, hasta la fecha. Se encuentran, se desarrugan o se desdoblan, se limpian, algunas se arman, cual rompecabezas de muchas piezas, y después se clasifican en una de las tantas categorías que tiene el acordeón: amor, desamor, reclamos, oraciones y mandados, entre otras.

En tiempos de aldeas globales, de inmediatez, de facebook, de trinos y de chats, me emociona que el lápiz y el papel sigan siendo las herramientas de muchos para decir lo que calla su voz, tal vez por falta de valentía o por exceso de cobardía, que viene siendo lo mismo, o para comprobar que pese a tanto modernismo, las palabras de puño y letra puede que agonicen, pero se niegan a morir y cobran su vigencia cuando de enunciar los sentimientos más íntimos se trata.

Nada más propicio para conocer a alguien que acercarse a su correspondencia, ya por azar, por derecho propio o por cierto placer que produce el acceso a lo privado. ¿Muy morbosa? Es posible, pero el que niegue la lectura de una carta ajena es capaz de negar a la mamá. Tan lícito se ha vuelto el ejercicio que incluso las publican. Las cartas de Fernando González a su hijo Simón son un ejemplo bellísimo.

Gracias, Carlos, por rescatarlas del asfalto. Me declaro en la fila para comprar el libro, porque siempre las cartas han ejercido una atracción poderosa sobre mí. Me gusta recibirlas y leerlas, sean mías o no. Tal vez por eso extraño al cartero como a nadie en el mundo.

Una carta nos acerca mucho más a la compleja condición del ser humano, porque queda desnuda el alma del que escribe, así sea muy breve, como aquella confesión de amor cargada de resentimiento en la que una firma ilegible le declara a un NN: "Aunque te encuentres lejos te seguiré amando, desgraciado".

En otra de las recogidas del piso, tipo chat, se lee en media hoja de cuaderno: "Necesito una carta para Santiago". "Listo. Dígame el tema y yo se la escribo. Cobro $300".

Y yo, que por años he escrito cartas por encargo, a precio de pico, chao y gracias, calculé las pérdidas y me sorprendí. En adelante, por ese pinche pago, pondré la fecha, el nombre, si acaso los dos puntos -o mejor una coma-, se despide de usted, atentamente y pare de contar.
cortesía de el colombiano.com

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