domingo, 21 de febrero de 2010

EL RINCON DE ALBACE

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Hasta nunca, Rosario

Elbacé Restrepo

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Medellín

Publicado el 21 de febrero de 2010

La respuesta de la señora Consuelo Cepeda, Defensora del canal RCN , -del televidente es un seudónimo- a las quejas formuladas sobre la serie Rosario Tijeras, no pasó de ser un lavado de manos, pero me gustó la invitación a retomar el control, aunque desde hace rato lo tenía claro y ya me había despedido no sólo de la programadora, sino también de cuanta producción decadente aparezca hoy y en el futuro.

No hay punto de comparación entre el impacto causado por un texto escrito y el de una producción visual, violenta y exagerada, que no deja nada a la imaginación de una sociedad frágil que vive al borde del abismo... Un pestorejazo y ¡pum! ¡Al fondo vamos a dar todos!

¡Qué desconsuelo, doña Consuelo! La mayoría de nuestros jóvenes no leen, pero casi todos ven esa televisión repugnante que usted defiende. ¿Capta la idea? Es posible que Rosario haya sido una leyenda tiempos ha, pero ahora es real. Y lo peor es que en adelante saldrán, como de la nada, muchas más que la quieran igualar en vocabulario soez y en actitud prepotente, para validar su atípica conducta con esa frase rebuscada: "amar es más difícil que matar". Pura filosofía de medio pelo, un burdo monumento a la mediocridad y al facilismo.

Medellín todavía carga el estigma violento de los años 80, pero la ciudad no pierde la esperanza de que el valor de la vida se cotice por encima de cualquier baratija de cacharrería. Y en esa reivindicación estamos comprometidos los que no le jalamos al hampa ni de lejos. A los buenos se nos mata no solo con balas ni tijeras: también cuando nos quieren tatuar la piel con un rótulo que no deseamos, ni merecemos. Los paisas no representamos la parodia agresiva que muestran en pantalla.

Hace unos meses aplaudimos la decisión de la Nacional de Chocolates de retirar la pauta de otra narconovela. Ahora es el turno de los anunciantes de Rosario. El país entero requiere educación, que no choca con diversión, más allá de intereses económicos y de marcas inciertas de alta audiencia. Necesitamos empresas consecuentes con su misión y con sus valores corporativos, para quienes la gente y su progreso no sean hilo que se envuelve en la carreta. Le dicen responsabilidad social. Y no tiene precio, porque representa incalculables beneficios.

La Defensora no se compadece de nuestras protestas -pataletas, dirá ella- por una razón de pesos: devenga salario de una empresa sin escrúpulos a la que producciones como ésta le significan multimillonarias ganancias. Y plata mata compromiso. Nada nuevo, pero cierto. Si ya no la conmueven nuestras quejas, razón de ser de su trabajo, entonces que renuncie.

Se pregunta ella, en medio del despiste en el que vive, cuál será la próxima copa que vamos a desbordar. Yo le respondo: cualquiera que atente contra nuestra integridad. Entre tanto, la sugerencia de hacer uso del control es tan válida y conveniente como cínica y retadora. Su sordera y su falta de solidaridad con el núcleo familiar combatiente, que pide contenidos edificantes y que lucha en condiciones desiguales contra estos personajes indeseables que quieren endiosar, no merece más que aceptar su invitación, con todo gusto. Ahí les queda, entonces, su telebasura. ¡Hasta nunca, Rosario! ¡Chao, RCN!



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