domingo, 9 de enero de 2011

El rincon de Elbace Restrepo

                       El Testamento de Agustín
                        
Elbacé Restrepo Publicado el 9 de enero de 2011

Hubiera debido decírselo en vida, pero no he logrado zafarme de esa eterna costumbre de dejarlo todo para cuando ya no se usa.

La muerte de Agustín Jaramillo Londoño la sentí como un porrazo. Admito que no fuimos amigos. Bueno, yo no fui su amiga, pero él me hizo feliz muchas veces, sin saberlo, y desde hace muchos años. A él, representado en su Testamento del paisa , lo he tenido al alcance de mi mano por años y todavía lo leo con el mismo deleite, solo comparable con las Obras Completas de Rafael Arango Villegas. Siempre está en mi mesa de noche o en mi biblioteca, siempre visible, leído, disfrutado, vuelto una carcajada, la solución a una tarea escolar que pedía los mitos y leyendas de Antioquia. Y siempre un asombro por la claridad de su prosa y una sonrisa por la picardía (de la buena) de sus relatos inolvidables.

Escritor, publicista y honesto sería una ajustadísima descripción de Agustín, pero injusta, por lo breve. Del escritor nos quedan varios títulos: El paraíso, Cosecha de cuentos, El testamento del paisa, Antología del humor colombiano, Cuentos de picardía, Cuentos del Tío Conejo, El burro bohemio, Antioquia, El pícaro paisa, Un espejo en la montaña, Cómo anunciar por radio para ganar millonesy Los titanes del comercio colombiano.

Del pionero y decano de la publicidad en Colombia, sin haber terminado el bachillerato, se rescata un perla: "almacenes Flamingo, el almacén que fía porque confía en usted". ¡Inolvidable! Y como esa, cientos, que ampliaremos después. Alguna vez lo citó la junta en pleno de Manufacturas Vanidad, muy preocupada porque un sacerdote, en su sermón dominical, había censurado una cuña suya. Decía que la inmoralidad reinaba, que bastaba oír la cuña de brasieres Desiré con sus copas A, B y C. Y Agustín sugirió: "Pregúntenle al padrecito por cuánto nos repite la cuña el próximo domingo". Así o más sagaz.

En su ejercicio profesional jamás negoció su ética ni su responsabilidad social. Nunca aceptó promover un producto que le pudiera causar daño a su querido pueblo antioqueño. Cuentas por las que cualquier agencia hubiera chorreado la baba, él se dio el lujo de no aceptarlas: Fábrica de Licores de Antioquia, Colombiana de Tabaco, cualquier lotería o cualquier motel. Si alguien le preguntaba por qué, contra preguntaba: "¿usted aconsejaría a sus hijos que beban, fumen, jueguen y forniquen?", y él mismo se respondía: "No", para volver a interrogar: "¿Por qué adelantar campañas, entonces, para que los antioqueños lo hagan?".

Inolvidable Agustín, de quien se ha dicho que hizo mucho más por el saber popular que el Ministerio de Cultura. Y yo sí creo. recogió buena parte del folclor antioqueño, que, de no hacerlo oportunamente, se hubiera perdido por ahí, en lo desconocido. Entonces no sabríamos nada de Cosiaca, Marañas ni Pedro Rimales. Del Santo Remedio, del Arrume de versos ni de la Cosecha de cuentos.

Gracias, Agustín, por aparar para nosotros las palabras "como aparaba de niño en la falda de mi camisa naranjas, guayabas y madroños?". Un millón de gracias, aunque suene a "Un millón de exageraciones. (Cero y va una)".
 
Extraido de El colombiano.com

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